La muerte enamorada

Éste cuento fue enviado el día de hoy por una lectora del blog llamada Sol de 16 años proveniente de Argentina. Me comentó en su correo que le agradaba librosintinta y que deseaba que una fuente agena a ella opinara sobre su relato. Confesaré que no suelo leer muchos cuentos, pero me decidí por éste gracias al título, la agradable carta de Sol y mi apoyo constante e incondicional a todo aquel que desee seguir adelante en el mundo de las letras. Cabe decir que quedé encantada con su cuento que de verdad te atrapa, en realidad como dijo Sol, no es lo que se suele subir, pero es magnífico, me gustó mucho y te felicito al igual que te presento todo mi apoyo con lo que necesites, tienes talento, espíritu, imaginación y sobre todo ganas de escribir. Felicidades chica......sigue adelante que tienes mucho por vivir!!!!!


La muerte enamorada.

Esta historia comienza exactamente una semana antes de la muerte de Devora Marone, y debo advertirles que no es una historia común, con un principio ordinario, es más, este relato empieza en el mismísimo despacho de la muerte.

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La muerte estaba sentada en un gran y cómodo sillón en su despacho, y revisaba arduamente la pantalla de su computadora, en ella había un documento de Microsoft Word en el que solo se leían unos nombres, unas fechas y unos horarios. No hay que tener mucha imaginación para darse cuenta de que ese archivo era nada mas ni nada menos que lo que nosotros, los seres humanos, podríamos llamar la lista de la muerte. La lista mostraba los nombres de las personas destinadas a morir una semana antes de que se produjera el terrible suceso. No me pregunten ni a mi ni a la muerte como funcionaba tal maravilla, los nombres solo aparecían, y nadie, ni siquiera esa muerte en particular sabia como. Me tomo la molestia de decir “esa muerte en particular” por que la tarea de matar no es exclusiva de un único ser, o mejor dicho, de una única muerte. Sino que hay varias muertes dispersas por el mundo y cada una tiene asignada una región en la cual cumplir con su mortífera tarea.

Las muertes se encargaban de asegurarse que las personas indicadas por la lista muriesen en tiempo y forma, si no era el caso estaban obligadas a intervenir para que el evento se concretara, esto es algo más común de lo que parece, una de las artimañas favoritas que las muertes usan en este siglo, son por ejemplo, los defectos congénitos sin detectar, luego, una vez que la persona esta muerta sin lugar a dudas, las muertes deben llevar el alma de esa persona a la siguiente etapa de la existencia.

La ultima parte de su tarea, es en realidad cruel, ya que las muertes fueron en algún momento de su existencia seres humanos, y bastante cobardes en algunos casos, esto se debe, al hecho de que para convertirse en muerte, lo lógico seria estar muerto, y lo están, solo que por circunstancias desconocidas para nosotros, se negaron a ser llevados a la siguiente etapa y fueron castigados a ser lo que mas rehuían, la muerte.

A partir de ese instante no pueden acceder a la siguiente etapa y deben trabajar, siguiendo estrictas reglas, como asesinos invisibles e inevitables para cualquiera que respire.

Ahora, volviendo a la muerte del despacho, que para evitar futuros malentendidos era un ser masculino (puede haber muertes de los dos géneros en caso de que se lo pregunten). El estaba, como ya dijimos, leyendo los casi cincuenta y dos mil nombres de la lista, y como de costumbre, estaban ordenados en el orden en que debían morir. Desde las 00:01hs. Hasta las 0:00hs, de esa región.

Finalmente llego al último nombre, una mujer, que terminaría de morir exactamente a las veintitrés horas, cincuenta y nueve minutos y cuarenta y ocho segundos, en una semana, llamada Devora Marone.

La muerte experimento un extraño sentimiento al leer el último nombre, este le resonó en la mente como una campanada, quizás seria más propio decir como el eco de una campanada, por que a esta muerte le sonaba como a algo lejano, pero importante, y entonces creció en el un anhelo, algo que seria mejor no pasar desapercibido, se reclinó contra su asiento con el único objetivo de pensar.

Acostumbrado como estaba a no sentir ninguna clase de emoción después de años y años de aislamiento, ese sentimiento le preocupo, por no decir que lo alarmo bastante. Que podía significar para él, el nombre de una tonta humana. Rápidamente se respondió que nada, pero el incómodo sentimiento persistía. No estaba acostumbrado a ser muy activo, se limitaba a realizar la tarea que le asignaban y después se sumergía en si mismo, alguna que otra vez trataba de hacer actividades humanas, como escuchar la radio, o mirar televisión, pero no lo entretenía mucho tiempo. Encontraba esta actividad tan estúpida e insultante, pero no insultante para él, pocas cosas insultaban a la muerte, sino para los humanos, la TV no hacía más que mostrar a los hombres como babosos psicópatas inestables, matando personas violentamente sin ningún motivo aparente, y a las mujeres como víboras propensas a usar poca ropa con tal de conseguir sus fines, esto era cuando las mostraban inteligentes, sino estaban casi desnudas y solo servían de objeto decorativo.

Esta muerte no se caracterizaba por su energía, así que fue una sorpresa, espacialmente para él mismo, que se decidiera a hacer algo fuera de su monótona rutina.

Se propuso observar a esta mujer, luego, por supuesto, de hacer su trabajo del día.

Así fue como esta muerte llego a un pueblo sin nombre, y a una casa deshabitada. La casa solo contaba con dos habitaciones, un dormitorio y una salita de estar, además de un baño y una cocina. Nada estaba en óptimas condiciones. La muerte pensó que la mujer estaría allí, por lo que se llevo una decepción cuando se encontró solamente con muebles viejos.

Decidido como estaba a no desperdiciar su estancia en la casa, empezó a observar su entorno.

La mayoría de las cosas estaban gastadas por el paso del tiempo, pero todo estaba impecable, en la sala de estar había una gran mesa de algarrobo, que hacia parecer a la habitación aun más pequeña, unos sillones, una televisión, y un gran aparador con muchos estantes, los mas altos llenos de libros, mientras que los de abajo estaban repletos de fotografías.

Las fotografías eran de todo tamaño y color. Había grandes, medianas, y pequeñas; fotografías a color, sacadas con esas modernísimas cámaras digitales

Fotos de hacía por lo menos diez años. Y, casi escondidas en un costado había dos fotos en blanco y negro.

La muerte observo primero las más recientes, mostraban a una familia con varios niños todos jugando o haciendo alguna cosa, después había fotos individuales de esos niños en su primer día de clase, recibiéndose o viviendo algún momento importante de la vida. En las fotos grupales siempre había una mujer, que era la mayor de todos ellos, en las mas nuevas estaba vieja y con canas, pero siempre mostrando una cara alegre; a medida que las fotos eran mas viejas la mujer era mas joven, resulta que su pelo fue alguna vez negro azabache, era evidente que esta mujer Devora Marone era la madre o abuela de los niños de las fotos.

La muerte estaba confundida, pero mientras miraba las fotos, el sentimiento que lo había impulsado a visitar esa casa se había incrementado, ya no se sentía como el eco de algo lejano, sino como una bestia que estaba luchando ferozmente para abrirse paso entre las espesas brumas de su mente.

La muerte no estaba segura si debía mirar las últimas fotos, esas que estaban en blanco y negro, las más antiguas, a las que le tenía más miedo. Pero como estaba cansado de su inactividad, y se había atrevido a ir hasta allí, decidió que seria estúpido no hacerlo, así que lo hizo.

Tomo la primera foto, la mujer y un hombre al que él se había encargado de llevar la siguiente etapa, seguramente su esposo.

Tomo la otra foto, un grupo de adolescentes. Buscó a la mujer, que estaba sentada al lado de otro chico. La mujer se seguía viendo alegre, la bestia rugía por su libertad. La observo un rato, después quiso observar a su compañero más de cerca.

Y la bestia se libero.

Todo acudió hasta su oxidada memoria en menos de un segundo, y se horrorizo.

Devora Marone, era nada mas ni nada menos que Dora, su primer y trágicamente su único amor, y claro, su compañero no era otro que el mismo.

La muerte estuvo mirándose en la fotografía lo que a él le parecieron años. Sin embargo reacciono rápidamente, dejo la foto en su lugar y volvió a su refugio.

Estaba inmovilizado de la emoción, no podía creer lo que le había sucedido, y a pesar de esto, las imágenes de su pasado se sucedían en su cabeza con una rapidez asombrosa.

El día que conoció a Dora, y como lo había cautivado aún a esa corta edad, los días que pasaban divirtiéndose en verano, juntos o con los demás, la forma en que la quería, y como se había negado a morir esa absurda noche por no querer dejarla tan pronto.

Las increíbles y generalmente virulentas vueltas del destino sorprenden incluso a los que se dicen inmortales, y nuestra muerte no era la excepción.

Sumergido en su gran sillón de terciopelo rojo, el único asiento en el lugar y el único lujo que se había permitido, la muerte se encontraba saboreando morbosamente la ironía del asunto, se había negado a morir por no querer dejarla, se había sumergido en una existencia autómata y finalmente había conseguido desterrarla de sus pensamientos, y ahora, después de tantos años, había conseguido nuevamente sus recuerdos y la tarea de matarla, todo en un día.

La muerte no estaba pasando su mejor momento, la sensación de incredulidad persistía pero se estaba desvaneciendo para dejar paso a la desesperación, se levanto de un salto de su sillón y empezó a caminar por su despacho, pensando en que podía hacer.

No podía matarla, de eso estaba seguro. Como le gustaría poder morir por ella se decía a si mismo, aunque técnicamente ya estaba muerto. Nadie sabía que hay en la otra etapa, y como él no había sido lo suficientemente valiente para pasar, pensaba que nadie podía hacerlo. Estaba asustado, nunca había dejado de realizar su tarea, ninguna muerte lo había hecho, tenía miedo a las consecuencias, pero estaba aterrado de ser él quien matase a Dora.

Esto solo le dejaba una única opción, un único modo de actuar, y este era no matar a Dora, seguiría cumpliendo con el resto de su tarea, solo que se limitaría a ignorar que Dora estaba en la lista, después de todo, ¿que podía pasar?

Y eso fue lo que hizo la muerte, una semana después, todos lo que tenían que morir murieron, pero no Devora Marone, ella seguía viviendo y haciendo sus cosas normalmente, sin saber que de vez en cuando era observada por un viejo amigo.

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La muerte volvía a su despacho, el día que Dora no murió, feliz por que nada había pasado en relación a este incidente, cuando la respuesta a su pregunta se vio contestada.

En su escritorio, sentada, había una mujer sonriente con una computadora portátil.

Nuestra muerte estaba confundida, ¿acaso esta mujer venia a castigarlo?, bien que así fuera, se dijo valientemente.

-¿Quién eres?- pregunto tranquilamente- ¿y que haces en mi despacho?-. Al decir estas palabras se dio cuenta de que hacía mucho no hablaba en voz alta.

-Soy una muerte, y vengo a darte otra oportunidad de pasar a la siguiente etapa- respondió tranquilamente.

Nuestra muerte estaba desconcertada, morir, él, como era eso posible, seguramente se debía al asunto de Dora.

-¿Morir? las muertes no mueren – dijo nuestro amigo.

-Si que lo hacen, hace una semana apareció tu nombre en mi lista- replicó mientras señalaba a su portátil - y vengo a cumplir con mi trabajo, todos morimos, seguramente mi nombre estará en alguna lista, aunque quizás en un par de años –pronunció esas palabras tan tranquilamente como si estuviese hablando del clima.

-¿Esto tiene que ver con Devora Marone?- se las arregló para pronunciar la muerte, que estaba todavía mas desconcertada que antes.

-Si y no- respondió la mujer- Todos morimos, no hay tal cosa como la inmortalidad, es un cuento chino –agregó. Luego tomo aire para volver a hablar- cuando tomaste la decisión de morir por Dora, alguien de los altos mandos decidió darte otra oportunidad, viendo que ya no tenias miedo, o tal vez esta sea tu forma de morir, o un castigo, quien sabe. Pero tienes que saber que Devora Marone va a morir, está en mi lista, justo después de tu nombre –dijo seriamente y lo miró esperando a que se negara. Estaba equivocada.

Me podré ir con Dora, esto era lo único que nuestra muerte se repetía en su cabeza, estaba complacida tenia otra oportunidad y no tenia que dejar a Dora otra vez.

-Comprendo- añadió seriamente.

Esas fueron sus últimas palabras y luego dejó que su colega lo llevara a la siguiente etapa.

Así fue como nuestro amigo la muerte por fin murió, solo gracias a que se negó a matar.

5 comentarios:

slutneza dijo...

La muerte que muere...muy interesante, me atrapo de verdad!!!!!! Gran potencial el de la chica que lo escribio..!!!!!
BESOS

Elisabeth dijo...

me encanto!!
la verda es que esta muy bien redactado y se nota la opriginalidad de la autora..!!!
sigue asi =)!!

Anónimo dijo...

Es Sol, de Argentina?? Ay, creo que la conozco. Bueno, siquiera me hubiese dicho que escribía,¿no? Tiene un estilo definido, que es lo más difícil de lograr. Y, encima, su estilo está muy bien trabajado.

Mariana S dijo...

Muy original, buena historia, me ha gustado, si que tiene potencial la autora =)

Rousie dijo...

Me ha encantado, en verdad me atrajo tan solo con el nombre, muy interesante, me encanto la trama, espero sigas escribiendo más, felicitaciones, marvilloso :)