Quiero un beso que me ayude a comprender

La mayoría de las veces intentamos negar que algo o alguien cambió nuestras vidas ya fuera para bien o para mal. La marca que dejaron en nuestras vidas es lo que puede considerarse como experiencia para todos aquellos que suelen tomar como prevención sus errores del pasado. Cuando uno se niega a aceptar que por motivos tan diversos fuimos engañados, nuestros sentimientos heridos o cosas que nos dejan un vacío dentro de nosotros y nos hacen querer retroceder el tiempo para borrar todo lo que sucedió. Ésto es lo que una de las lectoras del blog nos quiso compartir con un escrito suyo que les presento con mucho gusto.

Quiero un beso que me ayude a comprender

Quiero un beso. Lento, sutil, que me ayude a comprender las cosas y me confunda más; un beso que me nuble el día y que me haga ver la luna llena; un beso que me haga sentir bajo mis pies la frontera del amor y me lleve a pensar que la locura puede ser feliz, después de todo.

Quiero soñar, y volar, y coger tu mano con total impunidad, con la delicadeza con la que ahora está latiendo mi corazón. Quiero tantas cosas… Quiero pensar que he conocido el amor de verdad, que ya no tendré que seguir esperándolo despierta. Eso es lo que quiero.

Pero debo olvidarlo. Olvidarlo todo, arrancarlo de raíz… Por que descubrí que no eres lo que yo creí, y que las imágenes de mi mente me engañaron hasta hacerme llorar. Pues me enamoré de algo que no existía. Me enamoré de un ser perfecto para mí. ¿Cuándo entenderé que eso no es posible?

Ahora vago sola. Hiciste lo que te pedí: me besaste hasta confundirme, me hiciste perder la ruta y me quitaste la cordura.

Te odio, ¿sabes? No debería hacerlo, pero destrozaste mi vida. Nunca más me hagas caso; yo no sé qué es lo mejor para mí. ¿Qué se yo, si para mí tú eras el Norte? Yo no sé nada, y tú tampoco. Oh, por Dios, tú no sabes nada del mundo ni del amor. Permití que dominaras mi vida. Tú, y tu manera de decirme al oído que me querías. ¿Hay algo más engañoso que eso?

El amor de verdad no humilla. Me repetiré eso por el resto de mi vida, hasta que termine de entenderlo.

El día en que todo cambió

Éstos dos poemas los envió una de las lectoras del blog llamada Mariana Sánchez. Espero los disfruten y nos comenten sus opiniones.

El día en que todo cambió

El día en que todo cambió

No hubo sol, tampoco luna…

No hubo nada que hiciera el día especial,

Sin embargo lo era, pues yo cambié;

Tú ya habías cambiado mucho tiempo atrás,

Desde hacía meses habías abandonado tu cuerpo

Y me habías dejado sola en este mundo,

El mundo que sólo tu yo comprendíamos…

Te llevaste mi esperanza contigo

Al igual que tu amor por mí

Porque sé que un día, al menos por un instante, fue verdadero.

Ya no eras aquel al que conocí,

Ya no sentías, ni siquiera lastima por mí

Y por todo el dolor que me hacías sufrir.

Pero yo si siento lástima por ti,

Porque no lograrás encontrar alguien que te ame tanto como lo hice…

Pero decidiste huir de mi amor

Y hacer lo que juraste nunca harías… tan cambiado estabas

Que hasta rompiste tu promesa,

Por eso te dije adiós…

El día en que todo cambió, no lloré,

Tampoco sonreía, no tenía motivos;

Porque ese día una pequeña parte de mí… murió,

Ese día en que mi ser cambio deje de ser la que tu conociste

Y empecé a convertirme en lo que hoy soy…

Alguien que ya no cree en el verdadero amor.

La muerte enamorada

Éste cuento fue enviado el día de hoy por una lectora del blog llamada Sol de 16 años proveniente de Argentina. Me comentó en su correo que le agradaba librosintinta y que deseaba que una fuente agena a ella opinara sobre su relato. Confesaré que no suelo leer muchos cuentos, pero me decidí por éste gracias al título, la agradable carta de Sol y mi apoyo constante e incondicional a todo aquel que desee seguir adelante en el mundo de las letras. Cabe decir que quedé encantada con su cuento que de verdad te atrapa, en realidad como dijo Sol, no es lo que se suele subir, pero es magnífico, me gustó mucho y te felicito al igual que te presento todo mi apoyo con lo que necesites, tienes talento, espíritu, imaginación y sobre todo ganas de escribir. Felicidades chica......sigue adelante que tienes mucho por vivir!!!!!


La muerte enamorada.

Esta historia comienza exactamente una semana antes de la muerte de Devora Marone, y debo advertirles que no es una historia común, con un principio ordinario, es más, este relato empieza en el mismísimo despacho de la muerte.

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La muerte estaba sentada en un gran y cómodo sillón en su despacho, y revisaba arduamente la pantalla de su computadora, en ella había un documento de Microsoft Word en el que solo se leían unos nombres, unas fechas y unos horarios. No hay que tener mucha imaginación para darse cuenta de que ese archivo era nada mas ni nada menos que lo que nosotros, los seres humanos, podríamos llamar la lista de la muerte. La lista mostraba los nombres de las personas destinadas a morir una semana antes de que se produjera el terrible suceso. No me pregunten ni a mi ni a la muerte como funcionaba tal maravilla, los nombres solo aparecían, y nadie, ni siquiera esa muerte en particular sabia como. Me tomo la molestia de decir “esa muerte en particular” por que la tarea de matar no es exclusiva de un único ser, o mejor dicho, de una única muerte. Sino que hay varias muertes dispersas por el mundo y cada una tiene asignada una región en la cual cumplir con su mortífera tarea.

Las muertes se encargaban de asegurarse que las personas indicadas por la lista muriesen en tiempo y forma, si no era el caso estaban obligadas a intervenir para que el evento se concretara, esto es algo más común de lo que parece, una de las artimañas favoritas que las muertes usan en este siglo, son por ejemplo, los defectos congénitos sin detectar, luego, una vez que la persona esta muerta sin lugar a dudas, las muertes deben llevar el alma de esa persona a la siguiente etapa de la existencia.

La ultima parte de su tarea, es en realidad cruel, ya que las muertes fueron en algún momento de su existencia seres humanos, y bastante cobardes en algunos casos, esto se debe, al hecho de que para convertirse en muerte, lo lógico seria estar muerto, y lo están, solo que por circunstancias desconocidas para nosotros, se negaron a ser llevados a la siguiente etapa y fueron castigados a ser lo que mas rehuían, la muerte.

A partir de ese instante no pueden acceder a la siguiente etapa y deben trabajar, siguiendo estrictas reglas, como asesinos invisibles e inevitables para cualquiera que respire.

Ahora, volviendo a la muerte del despacho, que para evitar futuros malentendidos era un ser masculino (puede haber muertes de los dos géneros en caso de que se lo pregunten). El estaba, como ya dijimos, leyendo los casi cincuenta y dos mil nombres de la lista, y como de costumbre, estaban ordenados en el orden en que debían morir. Desde las 00:01hs. Hasta las 0:00hs, de esa región.

Finalmente llego al último nombre, una mujer, que terminaría de morir exactamente a las veintitrés horas, cincuenta y nueve minutos y cuarenta y ocho segundos, en una semana, llamada Devora Marone.

La muerte experimento un extraño sentimiento al leer el último nombre, este le resonó en la mente como una campanada, quizás seria más propio decir como el eco de una campanada, por que a esta muerte le sonaba como a algo lejano, pero importante, y entonces creció en el un anhelo, algo que seria mejor no pasar desapercibido, se reclinó contra su asiento con el único objetivo de pensar.

Acostumbrado como estaba a no sentir ninguna clase de emoción después de años y años de aislamiento, ese sentimiento le preocupo, por no decir que lo alarmo bastante. Que podía significar para él, el nombre de una tonta humana. Rápidamente se respondió que nada, pero el incómodo sentimiento persistía. No estaba acostumbrado a ser muy activo, se limitaba a realizar la tarea que le asignaban y después se sumergía en si mismo, alguna que otra vez trataba de hacer actividades humanas, como escuchar la radio, o mirar televisión, pero no lo entretenía mucho tiempo. Encontraba esta actividad tan estúpida e insultante, pero no insultante para él, pocas cosas insultaban a la muerte, sino para los humanos, la TV no hacía más que mostrar a los hombres como babosos psicópatas inestables, matando personas violentamente sin ningún motivo aparente, y a las mujeres como víboras propensas a usar poca ropa con tal de conseguir sus fines, esto era cuando las mostraban inteligentes, sino estaban casi desnudas y solo servían de objeto decorativo.

Esta muerte no se caracterizaba por su energía, así que fue una sorpresa, espacialmente para él mismo, que se decidiera a hacer algo fuera de su monótona rutina.

Se propuso observar a esta mujer, luego, por supuesto, de hacer su trabajo del día.

Así fue como esta muerte llego a un pueblo sin nombre, y a una casa deshabitada. La casa solo contaba con dos habitaciones, un dormitorio y una salita de estar, además de un baño y una cocina. Nada estaba en óptimas condiciones. La muerte pensó que la mujer estaría allí, por lo que se llevo una decepción cuando se encontró solamente con muebles viejos.

Decidido como estaba a no desperdiciar su estancia en la casa, empezó a observar su entorno.

La mayoría de las cosas estaban gastadas por el paso del tiempo, pero todo estaba impecable, en la sala de estar había una gran mesa de algarrobo, que hacia parecer a la habitación aun más pequeña, unos sillones, una televisión, y un gran aparador con muchos estantes, los mas altos llenos de libros, mientras que los de abajo estaban repletos de fotografías.

Las fotografías eran de todo tamaño y color. Había grandes, medianas, y pequeñas; fotografías a color, sacadas con esas modernísimas cámaras digitales

Fotos de hacía por lo menos diez años. Y, casi escondidas en un costado había dos fotos en blanco y negro.

La muerte observo primero las más recientes, mostraban a una familia con varios niños todos jugando o haciendo alguna cosa, después había fotos individuales de esos niños en su primer día de clase, recibiéndose o viviendo algún momento importante de la vida. En las fotos grupales siempre había una mujer, que era la mayor de todos ellos, en las mas nuevas estaba vieja y con canas, pero siempre mostrando una cara alegre; a medida que las fotos eran mas viejas la mujer era mas joven, resulta que su pelo fue alguna vez negro azabache, era evidente que esta mujer Devora Marone era la madre o abuela de los niños de las fotos.

La muerte estaba confundida, pero mientras miraba las fotos, el sentimiento que lo había impulsado a visitar esa casa se había incrementado, ya no se sentía como el eco de algo lejano, sino como una bestia que estaba luchando ferozmente para abrirse paso entre las espesas brumas de su mente.

La muerte no estaba segura si debía mirar las últimas fotos, esas que estaban en blanco y negro, las más antiguas, a las que le tenía más miedo. Pero como estaba cansado de su inactividad, y se había atrevido a ir hasta allí, decidió que seria estúpido no hacerlo, así que lo hizo.

Tomo la primera foto, la mujer y un hombre al que él se había encargado de llevar la siguiente etapa, seguramente su esposo.

Tomo la otra foto, un grupo de adolescentes. Buscó a la mujer, que estaba sentada al lado de otro chico. La mujer se seguía viendo alegre, la bestia rugía por su libertad. La observo un rato, después quiso observar a su compañero más de cerca.

Y la bestia se libero.

Todo acudió hasta su oxidada memoria en menos de un segundo, y se horrorizo.

Devora Marone, era nada mas ni nada menos que Dora, su primer y trágicamente su único amor, y claro, su compañero no era otro que el mismo.

La muerte estuvo mirándose en la fotografía lo que a él le parecieron años. Sin embargo reacciono rápidamente, dejo la foto en su lugar y volvió a su refugio.

Estaba inmovilizado de la emoción, no podía creer lo que le había sucedido, y a pesar de esto, las imágenes de su pasado se sucedían en su cabeza con una rapidez asombrosa.

El día que conoció a Dora, y como lo había cautivado aún a esa corta edad, los días que pasaban divirtiéndose en verano, juntos o con los demás, la forma en que la quería, y como se había negado a morir esa absurda noche por no querer dejarla tan pronto.

Las increíbles y generalmente virulentas vueltas del destino sorprenden incluso a los que se dicen inmortales, y nuestra muerte no era la excepción.

Sumergido en su gran sillón de terciopelo rojo, el único asiento en el lugar y el único lujo que se había permitido, la muerte se encontraba saboreando morbosamente la ironía del asunto, se había negado a morir por no querer dejarla, se había sumergido en una existencia autómata y finalmente había conseguido desterrarla de sus pensamientos, y ahora, después de tantos años, había conseguido nuevamente sus recuerdos y la tarea de matarla, todo en un día.

La muerte no estaba pasando su mejor momento, la sensación de incredulidad persistía pero se estaba desvaneciendo para dejar paso a la desesperación, se levanto de un salto de su sillón y empezó a caminar por su despacho, pensando en que podía hacer.

No podía matarla, de eso estaba seguro. Como le gustaría poder morir por ella se decía a si mismo, aunque técnicamente ya estaba muerto. Nadie sabía que hay en la otra etapa, y como él no había sido lo suficientemente valiente para pasar, pensaba que nadie podía hacerlo. Estaba asustado, nunca había dejado de realizar su tarea, ninguna muerte lo había hecho, tenía miedo a las consecuencias, pero estaba aterrado de ser él quien matase a Dora.

Esto solo le dejaba una única opción, un único modo de actuar, y este era no matar a Dora, seguiría cumpliendo con el resto de su tarea, solo que se limitaría a ignorar que Dora estaba en la lista, después de todo, ¿que podía pasar?

Y eso fue lo que hizo la muerte, una semana después, todos lo que tenían que morir murieron, pero no Devora Marone, ella seguía viviendo y haciendo sus cosas normalmente, sin saber que de vez en cuando era observada por un viejo amigo.

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La muerte volvía a su despacho, el día que Dora no murió, feliz por que nada había pasado en relación a este incidente, cuando la respuesta a su pregunta se vio contestada.

En su escritorio, sentada, había una mujer sonriente con una computadora portátil.

Nuestra muerte estaba confundida, ¿acaso esta mujer venia a castigarlo?, bien que así fuera, se dijo valientemente.

-¿Quién eres?- pregunto tranquilamente- ¿y que haces en mi despacho?-. Al decir estas palabras se dio cuenta de que hacía mucho no hablaba en voz alta.

-Soy una muerte, y vengo a darte otra oportunidad de pasar a la siguiente etapa- respondió tranquilamente.

Nuestra muerte estaba desconcertada, morir, él, como era eso posible, seguramente se debía al asunto de Dora.

-¿Morir? las muertes no mueren – dijo nuestro amigo.

-Si que lo hacen, hace una semana apareció tu nombre en mi lista- replicó mientras señalaba a su portátil - y vengo a cumplir con mi trabajo, todos morimos, seguramente mi nombre estará en alguna lista, aunque quizás en un par de años –pronunció esas palabras tan tranquilamente como si estuviese hablando del clima.

-¿Esto tiene que ver con Devora Marone?- se las arregló para pronunciar la muerte, que estaba todavía mas desconcertada que antes.

-Si y no- respondió la mujer- Todos morimos, no hay tal cosa como la inmortalidad, es un cuento chino –agregó. Luego tomo aire para volver a hablar- cuando tomaste la decisión de morir por Dora, alguien de los altos mandos decidió darte otra oportunidad, viendo que ya no tenias miedo, o tal vez esta sea tu forma de morir, o un castigo, quien sabe. Pero tienes que saber que Devora Marone va a morir, está en mi lista, justo después de tu nombre –dijo seriamente y lo miró esperando a que se negara. Estaba equivocada.

Me podré ir con Dora, esto era lo único que nuestra muerte se repetía en su cabeza, estaba complacida tenia otra oportunidad y no tenia que dejar a Dora otra vez.

-Comprendo- añadió seriamente.

Esas fueron sus últimas palabras y luego dejó que su colega lo llevara a la siguiente etapa.

Así fue como nuestro amigo la muerte por fin murió, solo gracias a que se negó a matar.

Mi vecion de al lado

Éste fue el relato ganador en el concurso de San Valentín, "Un regalo desde el corazón".

Mi vecino de al lado

Hace unos años realicé un viaje a Europa con unas amigas. Tuve el suficiente tiempo como para prepararme sabiendo que el viaje sería largo. Desde México tardaría cerca de doce horas o más para llegar a París, tenía que pensar en todo si quería que las cosas salieran bien. Una semana antes de ir al aeropuerto me aseguré de que mis maletas estuvieran listas, mis pasajes, el hospedaje y sobre todo el entretenimiento que llevaría durante el camino. Entre mi música, mis cuadernos de dibujo y el último y mejor libro de una de mis series favoritas que acababa de salir a la venta por fin estaba en mis manos. No podía creer lo afortunada que era de haber conseguido el único ejemplar que quedaba en la librería, por lo que sería lo más emocionante que haría en el avión.

Siete días después caminaba junto a mis padres por los pasillos del aeropuerto de la ciudad con 3 maletas para llevar. Durante el trayecto iría sola y me encontraría con tres amigas en Miami, de donde partiríamos para llegar a nuestro destino final. Mientras se llevaban a cabo los trámites del equipaje vi el ejemplar de mi novela bajo mi brazo y me emocioné de solo pensar en leerlo durante varias horas durante mi viaje. Tardamos cerca de una hora en completar todo el papeleo pero al final las cosas salieron bien. Me despedí de mis padres y seguí derecho hasta la sala de espera en donde me senté junto a una familia con tres niños, los padres hablaban del pasaje y dos niños jugaban luchas, mientras que la última y la que se veía más pequeña de los tres, estaba sentada meciendo sus pies mientras veía a la gente pasar. Tendría cerca de 10 años y su carita giraba constantemente a cada cosa nueva que veía o escuchaba.

Dejé mi bolsa junto a mi silla y comencé a hojear mi libro nuevo. Conforme avanzaba las páginas fui notando la curiosidad de la mirada de la pequeña, quien no apartaba sus ojos de lo que tenía en mis manos. Lentamente giré mi cabeza hacía ella y le sonreí al ver que se sonrojaba después de haberla atrapado en su inspección.

-¿Te gusta?- Pregunté señalando el ejemplar.

Ella asintió apenada y se volvió hacia sus papás cuando le llamaron la atención por estar molestando a la gente, agité la mano en el aire restándole importancia y negando la molestia, ya que no lo había sido en ningún modo.

-¿Te gusta leer?- quise saber, cerrando el libro y poniéndolo en sus manos. Sabía que podía gustarle si me decía que le agradaban los libros, yo en ese momento tenía veintidós años, pero esa novela en particular podía considerarla apta para todas las edades.

-Si, mucho-respondió quitándose un mechón castaño que le cubría una mejilla.

-¿Conoces Los Cuentos de Finnigan?

-Me encantan-contestó entusiasmada dejando asomar un par de dientes grandes recién crecidos mientras tomaba el libro entre sus manitas.

-Mi abuelo me regaló el libro uno en Navidad y lo leí muy rápido, me gustó mucho. Pero buscamos los demás y no los pudimos encontrar-dijo acariciando la portada del mío.

-¿Cuántos años tienes y como te llamas amiguita?-pregunté intentando que no pareciera un interrogatorio o que se asustara.

-Once años y me llamo Mariana. Mis hermanos dicen que parezco de 8, pero no les hago caso-contestó ofendida alzando la cabeza orgullosa.

-Esta bien que no les prestes atención, eres una chica grande-dije guiñándole un ojo. Sonrió y volvió su mirada nuevamente a la novela.

-¿Podría leerlo un momento? Solo en lo que sale el avión, es que no sé si pueda encontrarlo y me gustaría saber qué pasa con lo que sigue.-pidió un poco avergonzada por su "atrevimiento".

-Claro!!-dije sin vacilar. -Tenemos mucho tiempo, así que creo que leerás bastante-afirmé recargándome en mi asiento viendo como comenzaba a devorarlo con suma rapidez.

Estuvimos otra hora más o menos en la sala de espera, ya que entre retraso y retraso el vuelo nomas no llegaba. Mariana tuvo bastante para disfrutar del libro. Pero no podía dejar pasar el hecho de que de verdad estaba atrapada por él. Sus ojos volaban por las hojas mientras sus manos las pasaban una y otra vez, se sentía la emoción vibrar con cada nuevo capítulo. Yo solo me quedaba sintiendo su entusiasmo y alegría. Minutos después de hacer esa observación la llamada para arribar nuestro vuelo se hizo por todo el aeropuerto. Muchos de los pasajeros suspiraron aliviados y otros un poco enojados, a mí me daba igual, la había pasado bien durante esas horas. Pero algo me tenía preocupada, tenía la inquietud del libro. Me había costado mucho conseguirlo, lo había esperado tanto tiempo, además de que no tenía otra cosa para entretenerme en las próximas cinco horas de vuelo sin contar que no sabía cuando volvería a tener la oportunidad de encontrar una copia sin tener que matar a alguien para conseguirla. Pero me entraba el remordimiento el tener que pedírselo a la niña. Solo una cosa logró convencerme de lo que era correcto, al instante en el que nos pudimos de pie, vi su mirada triste al devolverme mi libro, sentí como si se desprendiera de una parte de ella o así lo creí mientras tomaba lo que me ofrecía.

-Muchas gracias señorita, realmente está muy interesante y divertido-dijo sonriendo tristemente. Sabía que no lo hacía con esa intención, pero me estaba llegando muy profundo su dolor, por lo que decidí obsequiárselo.

-Quédate con él Mariana. Ya buscaré yo otro en la ciudad, debe de haber algunos por ahí esperando a que los encuentre-dije riendo tratando de sonar convencida.

-Muchas gracias señorita-saltó la niña abrazándome. Los padres de ésta habían escuchado nuestra conversación pues sonrieron al acto y me agradecieron igualmente. El padre quiso pagármelo con efectivo, pero lo negué rotundamente afirmando que era un regalo de su nueva amiga.

Me sentí tan bien, que después de la tristeza de haber entregado mi adorado libro, llegó la satisfacción por haber compartido lo que tanto me gustaba y qué mejor manera de hacerlo por medio de lo libros.

Tomé mis cosas después de despedirme afectuosamente de la familia y caminé hacia el avión que ya esperaba a los nuevos pasajeros. Llegué hasta el asiento número cuarenta y dejé mi bolso en la parte superior en donde iba el equipaje de mano. Me senté y después de acomodarme en mi lugar, un apuesto joven que en un momento dado me pareció muy familiar, se acercó y sonriendo subió su maletín en el mismo lugar en donde estaba el mío. Tardó unos cuantos minutos, durante los cuales no pude suponer qué era lo que le llevaba tanto tiempo hacer. Al terminar se sentó junto a mí y se presentó muy sonriente como Lorenzo. Un mexicano que viajaba a Miami para hacer una escala y después llegar hasta New York por motivos de trabajo. Resultó ser una persona muy agradable, gran conversador y amante de los libros al igual que yo. Hablamos por una hora de todo lo que se nos ocurrió, y no dejaba de sentir que ya lo había visto ante. En ese momento y como si me leyera la mente, vi como sacaba de su gabardina lo que parecía ser una novela. Cual fue mi sorpresa al ver que era la misma que yo le había obsequiado a Mariana, solo que en versión de pasta dura. Clavé mis ojos en él y sonrió satisfecho ofreciéndomelo.

-Creo que cinco horas serán suficientes para una lectora ávida como tú-comentó tomando un sorbo de agua.

-Pero, ¿cómo....qué? -

-Te vi en la sala de espera con esa niña. Vi como le entregabas el libro y como casi estuviste a punto de llorar. Resultó difícil, eh?-respondió sonriente. -Pero tú léelo, ya me dirás que tal está el libro, no puedes desperdiciar una oportunidad así-fijo guiñándome un ojo como yo lo había hecho con la niña.

-Pero, ¿no te importa si....?-pregunté señalando el libro pidiendo permiso para enfocar mi atención hacia la lectura.

-De ninguna manera. Tú disfrútalo, yo dormiré un rato, bueno cinco horas para ser exactos, y me dirás que tal está-

-Es increíble, pensé que no lo volvería a ver en mucho tiempo-

Le agradecí con la mirada y una sonrisa, no dude en ponerme a leer de inmediato y me perdí por el resto del vuelo.

Llegamos después de un largo viaje a la ciudad de Miami. No pude terminar de leerlo, pero estaba feliz de haber tenido la oportunidad de empezarlo. Lorenzo se levantó de su asiento, tomó sus cosas y se volteó hacia mí haciendo un gesto con la cabeza hacia mi equipaje de mano.

-¿Puedo ayudarte con eso?-preguntó sin tocar nada.

-No es necesario, yo puedo con él-afirmé devolviéndole el libro y sacando mi bolso.

-Te entiendo si no confías en mí-replicó un poco ofendido fingiendo cara de dolor.

-Vamos, no es eso. Es solo que ya tienes tu equipaje, es mucho peso-aseguré bajando lo demás.

-Dios, no lastimes mi orgullo. Recuerda que los hombres tenemos dignidad, permíteme ayudarte y si comienzo a sentirme débil te lo haré saber. Pero por favor no me menosprecies-pidió tomando mis maletas.

Lo miré fijamente y me dedicó una bonita sonrisa que acepté. Caminé a su lado mientras conversábamos sobre el vuelo y el libro, además de las personas o peculiaridades que observamos durante el vuelo. Aunque fue más él quien hizo las observaciones ya que yo iba completamente perdida en la novela, solo pude reírme de lo perspicaz que era.

Llegamos al vestíbulo y alcancé a ver a mis amigas a lo lejos saludando alborotadas desde la puerta principal. Les sonreí y les devolví el saludo.

-¿Tus amigas?-preguntó con curiosidad.

-Si-respondí sin dejar de verlas.

-Parecen contentas de verte-aseguró.

-Si, hace tiempo que no nos veíamos, teníamos tiempo organizando éste viaje. Creo que será bueno para las tres éste tiempo juntas-dije volviéndome hacia él. Me quedé observándolo y me sentí un poco triste de tener que dejarlo, solo habíamos convivido durante unas cuantas horas y ya éramos buenos amigos, pocas veces tenía la oportunidad de conocer gente tan interesante, y desafortunadamente y la mayoría de ellas, tenía que dejarlos atrás por que por una u otra razón no podíamos seguir viéndonos.

-Creo que aquí nos separamos-dije lamentándolo.

-Si, creo que si. Pero no te preocupes, nos volveremos a ver alguna vez-aseguró entregándome mis maletas. -Ya verás, el mundo es muy pequeño, ya habrá ocasión de encontrarnos-dijo sonriente.

Asentí tratando de creerle y recibí lo que restaba de mi equipaje. Vi como el se devolvía por el suyo y se despedía con la mano en el aire. Yo le respondí igualmente intentando agradecerle tan siquiera con la mirada lo agradable del vuelo que tuvimos gracias a él.

Caminé hasta donde estaban mis compañeras y me recibieron con gritos y abrazos, casi no podía pensar entre tanto escándalo. Estábamos muy contentas de por fin habernos reunido, desde la secundaria no habíamos tenido la oportunidad de juntarnos hasta ahora. Teníamos que esperar cerca de una hora para el próximo vuelo que nos llevaría directo a París, por lo que tuve que ir al aseo a realizar una serie de maniobras para componer mi actual estado. Dejé a mis compañeras en el café y me llevé el bolso en donde tenía el estuche del maquillaje. Al ingresar en el cuarto de baño para mi sorpresa lo encontré vacío, así que aproveché y vacié mi bolso para volver a acomodar lo que tenía dentro. Comencé a sacar todo y justo cuando lo sentía más pesado vi como salía un enorme libro de él. Al acercarme más y fijar la vista pude distinguir qué tomo era, el mismo que le había entregado a la niña y el que me había prestado Lorenzo. Lo tomé entre mis manos y al abrirlo encontré una dedicatoria firmada por él, para mí:

“Siempre será un libro para dos, solo tuyo y mío"

Para la vecina despistada que aceptó el regalo de su vecino de a lado. Y que creyó que no se volverían a ver.

De Lorenzo Montés para Fernanda Linares

García Morales 468 Entre Salido y Reforma



Al terminar de leer aquello, no pude dejar de observar la dirección. Era la misma que yo tenía, solo que el número de la casa era el continuo a ese. Entonces recordé y mi mente se llenó de imágenes de muchos años antes, en donde aparecía un chico que me acompañaba a la tienda de la esquina y comprábamos dulces. También íbamos a la librería y nos pasábamos horas leyendo, era mi vecino. El chico con el que jugué mucho tiempo, todos los años que pasé en esa ciudad conviví con él, gracias a Lorenzo logré adaptarme con facilidad a mi nuevo hogar. No podía creer lo despistada que había sido durante todo ese tiempo. Comencé a reírme sola y tomé el libro entre mis manos, era seguro, con razón él había asegurado que nos volveríamos a ver. Seguramente mis padres le habrían comentado de mi viaje y la fecha de mi regreso, fueron tantas las coincidencias, era tan curioso y extraño a la vez, que no pude más que aceptar lo que nos había ocurrido. Me sentí muy feliz de haberme encontrado con mi compañero de la infancia, a quien no reconocí durante todo este tiempo, era él, mi vecino de a lado. Quien lo diría, en éstos momentos vamos de camino a Paris después de nuestro encuentro tres años atrás. Prometimos hacer un viaje juntos y hoy se nos hizo empezar. A mi lado está él en el asiento continuo. Lorenzo va dormido y yo voy escribiendo la historia de cómo nos conocimos, no me culpen, él me lo pidió. Y no puedo hacer nada para evitar recordar ese día en el que nos volvimos a encontrar, por que quiero que sepa lo que sentí ese momento cuando descubrí, a mi vecino de toda la vida junto a mí. Todo lo que sentí y pensé, no lo puedo decir con palabas habladas, quisiera intentarlo por escrito, pero sé que terminaré abrazándolo e invitándolo a una hamburguesa como lo hacía diez años atrás.

Saludos

María del Carmen